Dra. Katherine Benziger (Parte I para The Exponent – marzo / abril)
Los avances en la investigación del cerebro de los últimos 10 años han sorprendidos a los neurocientíficos. El aprender a vivir un estilo de vida con un uso eficiente de la energía ha asumido un significado nuevo conforme entendemos mejor los fundamentos neurológicos del pensamiento humano. Al igual que nos esforzamos por seleccionar automóviles con uso más eficiente de la energía, que son más económicos y contaminan menos, así también estamos aprendiendo que al seleccionar trabajos y actividades que usan el componente de nuestro cerebro que hace uso más eficiente de nuestro combustible (o sea, nuestra área especializada funcionalmente) podemos aumentar de manera natural nuestro propio bienestar y equilibrio internos, además de nuestra propia salud mental, física y emocional.
Esto es lo que hemos aprendido. Nuestro cerebro está compuesto de cuatro áreas sumamente especializadas que son responsables de realizar tareas muy diversas. Sus capacidades especializadas nos hacen pensar que son las bases fisiológicas de las cuatro funciones de Jung: Pensamiento, Sensación, Intuición y Sentimiento.
REGIÓN CORTICAL
HABILIDADES ESPECIALIZADAS FUNCIONALMENTE FUNCIÓN O TIPO DE JUNG
Frontal izquierdo; Análisis lógico, toma de decisiones, pensamiento
Convexidad posterior izquierda: Basal izquierda; Secuencias, realización de rutinas, sensación
Convexidad posterior derecha: Basal derecha; Armonía, conexión, sentimiento
Frontal derecha; Análisis de patrones, invención, intuición
Los dos descubrimientos que han sorprendido a los científicos son:
1. Cada una de nosotros nacemos con un área eficiente y tres áreas ineficientes y
2. El área eficiente es tan eficiente que naturalmente usa solo una centésima parte de la energía segundo a segundo
Además, aunque podemos y de hecho desarrollamos competencias en todas las áreas al estudiar diferentes temas y dominar diferentes tipos de tareas, la eficiencia relativa de un modo nunca se altera. Así, durante toda nuestra vida, continuamos siendo más eficientes y desarrollando una curva de aprendizaje más rápida y una tendencia a cometer menos errores siempre y cuando aprendamos o usemos una destreza manejada por el área preferente de nuestro cerebro.
Estos descubrimientos han sorprendido a los neuroinvestigadores y educadores por igual. Ambos habían asumido que quienes parecen ser más inteligentes en los tests de inteligencia que miden el coeficiente intelectual podían aprender y hacer casi todo bien si contaban con un buen maestro, entrenamiento adecuado y práctica, y que quienes se desempeñaban menos bien en dichos tests hacían prácticamente todo menos bien. Estos descubrimientos nos dicen sin lugar a dudas que todas somos talentosas en un área de nuestro cerebro. Todas podemos ser listas, o sea, podemos concentrarnos fácilmente, aprender rápido y ser sumamente eficaces. El truco es escoger usar y aprovechar las destrezas manejadas por el área de nuestro cerebro que es más eficiente por naturaleza.
Y eso no es todo. Resulta que el contexto en el cual hacemos algo también importa. Investigaciones adicionales han establecido que cada una de nosotras tiene un nivel estable de activación o conciencia interna (por ejemplo, cuán alerta estamos internamente al despertarnos). Aproximadamente un 15% de nosotras estamos muy alerta. Aproximadamente un 15% de nosotras apenas si estamos alerta. Y más o menos un 70% de nosotras estamos en algún punto del continuo entre estas dos realidades internas tan diferentes. ¿Por qué es importante esto? Porque aquellas de nosotras que estamos en el segundo grupo, que apenas estamos alerta, necesitamos muchísima estimulación externa (ruido, actividad, competencia, muchedumbre, una crisis, batallas literales o metafóricas) para despabilarnos de modo que podamos percibir y pensar con claridad. Y, desafortunadamente, esta misma estimulación que hace posible que las mujeres en el segundo grupo alcancen su desempeño máximo, crea incomodidad y ansiedad a las del primer grupo y hace que se cierren o que abandonen lo que están haciendo. En otras palabras, aquello que facilita que las del segundo grupo mejoren su desempeño de hecho obstaculiza el desempeño de quienes están en el primer grupo. Un ejemplo rápido: una mujer en el segundo grupo, quien necesita estimulación adicional escogerá leer en una oficina, cocina o cafetería ruidosa, pues el ruido a su alrededor la mantendrá despierta y podrá leer. En ese mismo ambiente, una mujer en el primer grupo tendría dificultades para concentrarse en su lectura o del todo le sería imposible leer.
Así es posible entender cómo y por qué una mujer pierde su equilibrio cuando va a trabajar.
1) Pierde su equilibro porque usa con regularidad destrezas mentales que no maneja su función natural dominante (un hábito de vida y trabajo que demanda y consume cien veces más oxígeno segundo a segundo), lo cual ocasiona irritabilidad, dolor de cabeza, fatiga y otra gran variedad de problemas (tales como trastornos digestivos, incapacidad para dormir, ansiedad y depresión) al hacer que se extralimite en su trabajo y le robe al resto de su cuerpo el oxígeno que necesita para funcionar apropiadamente.
O,
2) Pierde su equilibro porque se está obligando a sí misma a competir, cerrar negocios o funcionar en ambientes ruidosos y concurridos más allá de lo que es adecuado para su nivel natural de introversión – extraversión, lo cual genera dentro de ella una ansiedad crónica y le fuerza a necesitar una cantidad significativa de tiempo en reposo para volver a alcanzar su equilibrio.
En primera instancia, para alcanzar su equilibrio, debe identificar, desarrollar y aprovechar las destrezas en su función natural dominante de modo que su trabajo sea naturalmente energizante y significativo, en vez de agotador y absurdo. De hecho, cuando su cerebro está funcionando eficientemente, su trabajo es fácil e incluso divertido.
Cuando invertimos nuestras mentes en actividades y tareas que nuestro cerebro puede manejar desde su área de eficiencia superior, recibimos una abundancia de energía, agudeza mental y equilibrio interno. Es la inversión más sabia que podemos hacer. Y, al escoger hacerlo así, nos respetamos y empoderamos a nosotras mismas. El resultado es que vivimos y trabajamos en equilibrio. No necesitamos hacer nada más para alcanzar o reclamar nuestro equilibro porque ya no lo vamos a perder nunca más.
En otras palabras, vivir una vida interna equilibrada es el dividendo natural o retorno de la inversión (ROI) que conseguimos por escoger invertir nuestro tiempo, nuestra energía y nuestra atención en actividades que usan nuestra función natural dominante en el ambiente o contexto que concuerda con nuestras necesidades de despertar
Este artículo ha sido tomado de la pagina web; www.benziger.org, de la Dra. Katherine Benziger y aunque fue escrito originalmente para mujeres los principios de neurociencia aplican para hombres por igual.
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